Han pasado 84 días desde que vio por última vez a Tere Ariño, su mujer. Tiene 58 años, es reservada y le gusta la paz que brinda Soria, las lecturas largas y cuidar de sus plantas. No hay pistas de dónde puede estar desde aquel 28 de agosto en el que, tras estar muy nerviosa, decidió huir por los campos de Soria. Un pastor fue la última persona que la vio en el término de Chavaler el domingo 29. A partir de entonces, no hay respuestas. Tere se ha esfumado.
Su esposo, Miguel Perea, sufre el denominado "duelo congelado", una pena arrastrada, aderezada con grandes dosis de incertidumbre, que hace imposible aprender a vivir la nueva situación por la falta de respuestas.
Afirma que Teresa comenzó a entrar en un estado de nervios, tras tomar la decisión de mudarse de casa. El aumento del coste de la vida les hacía inviable mantener su casa en Soria y decidieron mudarse a San Leonardo. Las dos mascotas que tenían no eran aceptadas por el propietario del piso y se vieron abocados a darlas en adopción.
La mudanza se inició y cada día que pasaba Tere estaba más nerviosa. "Nunca había tenido una crisis nerviosa. Con la falta de sus perros se puso triste. El martes estaba muy nerviosa y ya decía cosas sin sentido y empezó mi periplo por los centros de salud y urgencias", relata.
El martes fueron al Centro de Salud La Milagrosa y le remitieron a su médico de cabecera. Al día siguiente, fueron al médico y le prescribió tres pastillas, dispensadas a razón de una al día, que le durarían hasta el viernes.
Tere continuaba nerviosa, pero con la medicación sí que estaba más controlada, según su esposo. El sábado 28 sin pastilla que ingerir, la mujer de 58 años, entró en una espiral de crisis . "Su madre le llamó y ella, que hablaba durante mucho tiempo con ella, solo contestaba con monosílabos. Se despidió diciéndole que la quería", resume entre lágrimas.
Tras esto, Miguel consiguió llevarla a urgencias a Santa Bárbara y la médica que les atendió tres horas después les avisó que no era motivo para acudir a dicho servicio y le dispensó una pastilla. "Le hizo varias preguntas y ella no era capaz de responder ni en qué estación estaba ni quién era el presidente del Gobierno. Tras esto le hicieron una analítica y seis horas después la médica le dio el alta, a pesar de que no sabía ni quién era. Nos fuimos a casa a las 4 de la mañana y a las 9.00 horas se levantó y ya no era mi mujer. Tuvo un ataque de nervios y comenzó a tirar las cajas y a decir, de nuevo, cosas sin sentido", cuenta.
Miguel llamó al 112 y una ambulancia trasladó a Tere al Hospital Santa Bárbara. A pesar de insistir a los conductores que quería ir con ella, a Miguel no le dejaron acompañarla por "protocolo". Llegó al hospital y cuando iba a ser atendida propinó un empujón al enfermero y se escapó del centro.
"Me dijeron que no se podía retener a nadie, y yo ya les dije que no se podía dejar marchar a nadie que no estuviera bien de la cabeza", reseña para insistir con lágrimas en los ojos que fue en la ambulancia cuando vio, por última vez a su mujer.
La Guardia Civil sitúa a Tere por última vez a 18 kilómetros del Hospital Santa Bárbara, un pastor habló con ella el lunes y le preguntó si se había perdido. Ella se mostró huidiza. El pastor declaró ante la Guardia Civil que llevaba un brazo ensangrentado. "El pastor no sabía que estaba desaparecida y cuando fue a Garray y vio la foto llamó a la Guardia Civil", precisa Miguel.
El marido alude a que la Benemérita tardó unos días en traer las unidades caninas busca personas, los buzos que se adentraron en el río Razón y los drones. Los medios desplegados no obtuvieron ningún tipo de respuesta. "No se halló ni una sola pista. Se hicieron muchas batidas, pero nadie encontró nada".
Para Miguel, su mujer llegó al término de Tera y se marchó con alguien en un coche o camión. "Yo pienso que está viva y que se fue a La Rioja o a Madrid. No llevaba nada, ni DNI ni tarjeta de crédito", alude.
El marido considera que desde Sacyl no se actuó con diligencia, ya que la debían haber ingresado el sábado y cuando llegó el domingo debían haber puesto los medios para que no abandonara por su pie el Hospital. Esta cuestión, que a él le reconcome, está ya en manos de un "abogado".
Desde la Subdelegación del Gobierno afirman que la investigación sigue abierta y aunque no se hagan batidas físicas multitudinarias el caso no está cerrado. También indican que es "muy extraño" que nadie haya visto nada en los montes de la zona, ya que, durante esta época del año, todos los parajes están pateados por senderistas en busca de setas y cazadores.
Miguel pide a la ciudadanía soriana que no se olviden de Tere y a la Guardia Civil que no ceje en el intento de encontrarla.
Duelo congelado
El presidente de SOS Desaparecidos España, Joaquín Amills, advierte que Teresa será una persona desaparecida hasta que cumpla 110 años y su caso nunca se cerrará.
En su opinión es más difícil esclarecer una desaparición que un asesinato, y lo corrobora con datos: en España hay 6.000 desapariciones sin resolver anualmente. Tras su experiencia, todas las hipótesis sobre qué le ha pasado a la mujer soriana están abiertas. "Desgraciadamente a veces se bate una zona y después aparece muy cerca de dónde se buscó", afirma.
Amills insiste en que Miguel y las miles de personas que sufren en sus carnes la desaparición de un ser querido, sufren un "duelo congelado", es decir, la herida no se cierra porque no existe un fin, llegan a una etapa en la que no hay respuesta. "Estas personas necesitan no sólo encontrar el cuerpo sino saber cómo, cuándo y dónde. No tienen respuestas".
El presidente de SOS Desaparecidos brinda el trabajo de la ONG a Miguel y su familia. El colectivo no recibe ayudas ni subvenciones y no acepta dinero de ningún familiar. Está conformado por 49 personas de diverso perfil que presta servicio gratuitamente: abogados, criminólogos, detectives, psicólogos, coordinadores en cada Comunidad autónoma, voluntarios y periodistas.
Cada familia, según Amills, lo lleva "como puede" pero según pasa el tiempo el daño psicológico va en aumento, y, por ello, SOS Desaparecidos, trabaja para que los familiares luchen hasta el final sin derrumbarse ni destruir su futuro. "Intentamos que acepten la situación y luchen, es decir, que difundan por las redes la imagen de su ser querido y que hagan cosas que les proporcionen paz, pero sin caer en victimizarse", concluye.
En España se registran 25.000 denuncias por desaparición al año, de las cuales se resuelven el 94 por ciento. Cuando se cierran los capítulos, aunque se encuentre fallecida la persona desaparece, es una victoria que SOS Desaparecidos se anota porque las familias podrán vivir sin incertidumbre.
Tere mide 1,62 y pesa 51 kilos. Vestía, el día de su desaparición, con pantalón azul celeste y camiseta blanca con líneas azules y zapatillas deportivas grises.